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UNA HISTORIA PARA CONTAR


Quizá contar una historia no llegue a la misma profundidad como cuando realmente se vive. La historia se escribe únicamente después de haberla vivido. Por eso, en esta ocasión, quisiera escribir unas líneas, haciendo eco de aquellos momentos en los que hemos hecho historia para contarla. La vida se vuelve significativa cuando realmente vivimos a plenitud cada experiencia. ¿Quieres conocer cómo? ¡Abre tu corazón y empieza a gustar aquello que te cuento! A mi alrededor todo es silencio. Se conjugan la brisa tenue y el murmullo del riachuelo san millanense, en la Rioja – España. La quietud del monasterio con el canto de los pajarillos. Y como se alza la copa de los árboles,  se levanta la aurora y declina la noche. Todo tiene sentido: la mirada dulce del los hermanos y el trinar de las campanas; la ascensión del perfume de las flores y el rezo a coro de los salmos. Dios va pasando por nuestra historia y la perfumando suavemente con la fragancia de su llamada. 

No es pura casualidad el que Dios nos haya reunido en un lugar como este. Desde hace más de cinco años, -para algunos-, cuatro para otros, hemos ido respondiendo con generosidad al llamado de Dios, viviendo los consejos evangélicos de castidad, pobreza y obediencia como Agustinos Recoletos. Y,  ya próximo para nuestro sí definitivo,  Dios nos ha vuelto a seducir con su mirada. Y lo ha hecho, majestuosamente, en estas tres semanas que vamos compartiendo la vida, junto a otros hermanos, que buscan ser para siempre, religiosos Agustinos Recoletos. 

Con algunos nunca nos hemos visto, con otros apenas, sin embargo qué bien nos entendemos cuando hablamos el mismo lenguaje, el lenguaje de Dios. Más allá de ser colombianos, argentinos, venezolanos, peruanos, españoles o mexicanos, somos agustinos recoletos. Y eso es lo que nos hace familia, con sueños e ideales comunes.  Toda vida es un sueño, y los sueños, sueños son, decía Calderón de la Barca. Yo no me atrevo a decir que toda la vida es sueño, pero sí que no es posible la vida sin sueños. Y así como todo ser humano tiene un sueño, nosotros también lo tenemos; nuestro sueño es consagrarnos a Dios hasta el fin de nuestra existencia. Somos jóvenes, llenos de vitalidad, de ternura  y esperanza.  Todos somos una colección de talentos y carismas. ¡Tú también lo eres! Dios nos ha enriquecido notablemente de cualidades humanas y espirituales para ser creativos y afrontar la vida con éxito. De modo que nuestro gozo de sentimos llamados es indescriptible.  ¿Quieres experimentarlo como nosotros? ¡Levántate y ven! ¡Atrévete a escuchar la voz de Dios! No tengas miedo de respóndele. Sé valiente. 

Cuando la arena se deja llevar, y se pone en las alas de la brisa, y se abandona a su quehacer y a su destino, acaba llegando a un oasis de paz. Cuando nosotros nos vamos dejando moldear por Dios, nos vamos convirtiendo en oasis, de felicidad, de fecundidad, de sombra aliviadora para el cansancio de aquellos que buscan a un Dios cercano, tierno y compasivo. Sin duda,  este mes de preparación próxima para nuestra profesión solemne ha sido una dulce aventura, pero también una conquista. Estoy satisfecho con los logros conseguidos. Me llevo un recuerdo inolvidable,  una historia para contar.  Nuestra Orden tendrá diez hijos nuevos, que se pondrán al servicio de la creatividad y de la belleza, de la vida y del amor. 

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SUJETOS ACTIVOS DE LA NUEVA EVANGELIZACIÓN

Todos somos sujetos activos de la evangelización, porque todos somos misioneros del Espíritu por la mediación eclesial. La misión evangelizadora no es monopolio de una determinada forma de vida cristiana o de un determinado movimiento. Todos somos sujetos activos, pero cada uno desde el lugar donde le toque evangelizar.

 La vida consagrada tiene el suyo propio, que a lo largo de la historia ha venido dando testimonio. Primero de un radical seguimiento a Jesucristo, y luego de una asidua
evangelización. De modo que tanto ayer como hoy, sus miembros, están al servicio de lo que la Iglesia se propone realizar. Hoy hablamos de una nueva evangelización, en cuyo tiempo la Iglesia se lanza a encender de nuevo el fuego vivo del Evangelio, buena noticia predicada por Jesucristo. Se trata, pues, de una renovación espiritual, de una llamada al hombre a tener tiempo para Dios. La nueva evangelización conlleva una gran simpatía por el mundo que nos ha tocado vivir. Por ello la vida consagrada ha de estar, en primera línea en los lugares, pueblos, ambientes sociales, culturas donde más urgente, y frecuentemente difícil, es la evangelización y trasmisión de la fe. 


La nueva evangelización reclama, a los consagrados, docilidad al Espíritu  de Pentecostés. Con la libertad interior y exterior que proporcionan sus votos, han de escuchar la llamada y dejar una pastoral de conservación, y  comprometerse a una pastoral decididamente misionera. La nueva evangelización no propone un nuevo evangelio. Su contenido sigue siendo el mismo: Jesucristo. Él es evangelio de Dios. Ha sido y es el primero y el más grande evangelizador. Jesús mismo es la gran novedad de Dios, de modo que, a  partir de Él, la acción salvífica de Dios se lee con categorías de novedad: nueva alianza, nuevo nacimiento, nueva creación. La novedad por tanto proviene de la inescrutable riqueza de Cristo, que no agota ninguna época ni cultura y de la novedad que proviene de los desafíos planteados por la nuevas situaciones socio-culturales.


Los cambios socio-culturales en curso son tan profundos, rápidos, complejos y globales y afectan de tal modo a la vida consagrada y a la Iglesia que la llevan a un replanteamiento global y radical de la forma de realizar su misión. Tan es así que la llamada a la nueva evangelización está pidiendo, a la vida consagrada, que recobre con más vigor y apasionamiento su adhesión absoluta a Jesucristo, evangelio del Padre; que tenga los mismos sentimientos de Jesús, el misionero del Padre para anunciar y testimoniar su Reino reflejando lo que haría Jesucristo.  La nueva evangelización está llamando a los consagrados a colocarse en el eje cristocéntrico de su vocación y misión. 


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No hay mañana donde no hay hoy



Hoy escribo unas cuantas líneas recorriendo mis años adolescentes para decir que aprendamos a vivir el hoy, como nuestro único día, como si fuese el último de nuestra existencia. Por mi mente pasan muchos recuerdos de los que me arrepiento por el tiempo que invertí en ellos, y no haber sido capaz, de vivir cada acontecimiento de mi vida a plenitud.  Es verdad, en aquellos años, nadie me pudo enseñar de cómo podría aprovechar mejor el tiempo, para que así, no lo pierda en sueños y fantasías efímeras del mañana, cuyo tiempo no existe, o al menos, no es conocido aún, puesto que nadie lo ha vivido, y del que no tenemos ninguna certeza. 


Aunque, a decir verdad, tampoco yo tuve  la iniciativa de rechazar  aquello que desgastaba mi energía juvenil. Hoy comprendo que pensar en el futuro solo es útil si nos hace actuar ... ahora. No sirve vivir una vida en la que pasamos la mayor parte del tiempo llenando nuestra mente de preocupaciones por las cosas que podrían "llegar a suceder" en el mañana. 

En no pocas ocasiones llegamos hasta la desesperación. Casi por completo, perdemos,  el rumbo de la vida, y no sabemos a dónde camiar. Eres consciente de tu existencia, de que ocupas un lugar en el cosmos, en el mundo creado por Dios, pero no eres capaz de descubrir el verdadero motivo por el que vives en él. Felizmente que a medida que fui comprendiendo aquellas palabras dulces de Jesús cuando enseñó a sus discípulos a rezar, invitándoles a pedir solo el pan para hoy, y a confiar en que mañana recibirán el de mañana, me he propuesto a vivir el hoy a plenitud.
      
        "No se preocupen por el día de mañana, porque mañana habrá tiempo para preocuparse. Cada día tiene bastante con sus propios problemas".

Vivir el hoy a plenitud significa vivir de veras el hoy, el presente. El presente no es tan solo un tiempo verbal. También es el más fastuoso de los sustantivos. Presente quiere decir don, regalo, ofrecimiento. El pasado solo sirve para subirnos sobre él, y una vez asimilado sus lecciones, construir nuestra vida hoy. Lo que debe sobrevivir del ayer es la cosecha de la vida; todo lo bueno que hemos hecho, el amor, las satisfacciones que logramos y los sufrimientos sobrellevados con dignidad y valor.

Recordar, desear, ansiar, lamentarnos y arrepentirnos son las tácticas más usuales y más peligrosas para evadir el presente. Vida atormentada es la del que vive en perpetuo disgusto de sí mismo por lo que podría haber hecho y no lo hizo. No vivir el presente significa incapacidad de enfrentarlo con alegría, con esperanza, con paz. No existe otra verdad; lo único que puede vivirse verdaderamente, es el presente. El pasado ya fue, y el futuro aún no lo conoces. De lo que tú puedes estar seguro es del hoy, el presente. ¡Vive pues el presente como si fuera el último de tu existencia!

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MÁS ALLÁ DE LO QUE NUESTROS OJOS VEN



En unas cuántas líneas quisiera presentar, una breve reflexión, a raíz de lo leído, sobre lo que está más allá de la física. Quizá pueda ser un tanto confuso para quien aún no se atreve a plantearse preguntas como el sentido último de la existencia humana, la causa primera de la vida, el orden del universo, el tiempo, el sentido o sinsentido de la vida del hombre, del fracaso, del sufrimiento, de la dicha o desdicha, etc.  La existencia de realidades que escapan a la explicación científica indica, con gran certeza, la limitación en sus argumentos para explicar la totalidad de la realidad. Con cierta ironía, la ciencia parece tener el monopolio de esta explicación; sin embargo al descubrir las realidades subjetivas, internas y espirituales, no solo agotan sus métodos experienciales, sino que ya no puede seguir dando argumentos verdaderos y convincentes, puesto que aquellas realidades no admiten comprobaciones y resultados empíricos.

La subjetividad se presenta como un campo vedado para el conocimiento científico. Los fenómenos mentales trascienden claramente los fenómenos de la fisiología y de la bioquímica. Ciertamente, -y lo afirman los expertos-, que las ciencias empíricas pueden explicar cualquier cuerpo por el orden de sus elementos, pero ellas no pueden explicar el orden en sí mismo, pues es algo que se dan en lo físico, con lo físico, sin ser físico. Por lo tanto, cabe admitir alguna disciplina que explique lo que está más allá de lo meramente físico. La filosofía nos aporta argumentos convincentes sobre tales realidades, pues ella busca con valentía respuestas a las preguntas más inquietantes. Dentro de la filosofía, la metafísica, nos argumenta con certeza las realidades más profundas y complejas. No obstante, asumiendo la ingenuidad de que la filosofía sea la solución para salir de la ignorancia, aunque lo seríamos también si no atendiésemos a su voz.

La filosofía no elabora una concepción exacta del mundo, pero consigue que no olvidemos jamás el problema del sentido último de la realidad. Así podríamos preguntarnos cuál es el fin último de la economía, o de una ganancia. La dimensión práctica de la filosofía es la configuración de la conducta humana, de las personas singulares y del colectivo social. De modo que el saber filosófico nos interpela a mirar más allá de lo puramente racional. La ciencia, como dicen los filósofos, nació para explicar racionalmente el mundo, pero cuya explicación descubrió la existencia de otros mundos. Así surgió la filosofía, para explicar más allá de lo que vemos, aquellas realidades que escapan a nuestros sentidos.    

Son, tal vez, muchas realidades que trascienden a nuestros sentidos, de una en concreto quiero hacer mención, Dios. La filosofía llega a Dios en la medida en que pregunta por el fundamento último de lo real. Kant afirma que Dios es el ser más difícil de conocer, pero también el más inevitable. Efectivamente, Dios es el ser del que el hombre no puede prescindir, aún cuando, en su saber racional, se declare no creyente en él. Dios es el ser que siempre ha existido, puesto que de la nada, nada se origina. Y es más, entre los seres que conocemos, no existe un ser que se haya dado el ser a sí mismo. Por tanto, es evidente que siempre ha existido algo. Y, si el cosmos no se ha dado a sí mismo la existencia, no cabe duda de la existencia de un ser existente por derecho propio, motor primero, y generador de todo lo existente. Dios, es con toda verdad, origen de todo lo existente. Como lo afirma san Agustín, Dios es el origen de todas las hermosuras mudables que nuestros ojos y nuestro espíritu contemplan. Dios, y ningún otro ser, es la hermosura sin mudanza.  
¿Cabe aún más en tu pensamiento como para no creer en Dios? ¿Dudas aún que aquel SER te haya dado la vida? ¿O, es que te aferras aún a la creencia de la vida fuera de Dios? Las condiciones que puedan darse en el universo para que pueda existir vida en una determinada galaxia, no son las causas de la vida. Las condiciones no causan, simplemente posibilitan la acción de las causas. De modo que, -a propósito de la vida extraterrestre-, cualquier explicación de la realidad reducida a elementos puramente materiales y condiciones, queda falseada. Así pues, Dios, el ÚNICO SER, es la causa primera, generador de vida y de todo cuanto existe.

Hoy abundan personas, -pobres criaturas-, que se declaran agnósticas, ateas, racionalistas…, etc. que dicen comprender el mundo, la realidad sin el SER necesario, pero no sen dan cuenta que el perfecto saber es el que te hace trascender y que te exige vivir en perfecta armonía contigo mismo, con los demás, con Dios y con el mundo. Aquellos están lejos del amor a la sabiduría. Por eso, y con mucha convicción, les invito a conocer con realismo la verdadera sabiduría, aquella que al mismo tiempo es la verdad en sí misma y la vida en sí misma. Si alcanzas esta sabiduría serás más docto que todos los que se proclaman a sí mismos sabios, “o sabihondos”. Mira pues, y ve más allá de lo que tus ojos puedan ver.    

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POR LAS CANTERAS DE CHOTA


Después de casi nueve años sin recorrer el camino, en el que a diario mis pies cargaban sobre los zapatos, el lodo de invierno y el polvo de verano, de camino a mi colegio. Hoy he vuelto a andar por el empinado camino aquel. 

Eran las 5: 30 de la mañana. Y, sin esperar más tiempo, y con los ojos aún de sueño, nos pusimos las zapatillas y nos lanzamos a correr por aquellas huellas de mi adolescencia... Mis hermanos: Jairo y Leví, mi hija Haydé y Susana, al ritmo de los atletas, fueron siguiendo el camino que recorrí los días rutinarios de colegio. La mañana estaba a punto de romper los cristales luminosos del día soleado; el aire friolento que susurraba en nuestros oídos, y la silenciosa música de los pajarillos que íbamos escuchando, me llenaron de nostalgia y emoción.

Mientras fuimos ascendiendo hasta lo más alto de la colina, por Cochopampa, pudimos recoger en nuestros cuerpos sudorosos los primeros rayos de sol que se iban dibujando en el amanecer... No obstante el viento helado parecía congelar nuestras manos... ¡Qué gran gozo! Disfrutar de tanta belleza y  tanta hermosura en este día.  

Mis hermanos se unieron al gran gozo de la belleza que Dios ha impreso en la naturaleza. A nuestro alrededor se alzaban los pinos y eucaliptos, con una sola dirección, hacia lo más alto del cielo... 

La imagen del éxito estaba en ellos, mirar siempre a lo alto, subir siempre más arriba, aún cuando los días nos traigan los sin sabores de la vida....Serenos, al fin, sobre el mirador, nos sentamos a mirar los horizontes que se desvanecían tras las lejanías de los cerros. 


Las sendas andinas se divisaban hasta sus últimas líneas en las hondonadas  andinas.  La ciudad, nuestra querida Chota, con sus luces parecía un jardín iluminado con los colores suaves y tenues de los astros del cielo. Nuestros ojos no se cansaban de mirar aquel ropaje de gala en un amanecer veraniego y friolento.  Su finura se deslizaba al compás de la radiante mañana del día viernes...


Todo tan armonioso con la música de los pajarillos... Del semblante de mi ahijada Haydé y el de Susana, aún cansados de la carrera, parecían desprenderse las preocupaciones de los días rutinarios... Por un instante me puse a pensar en aquellos amigos míos que pasan los días y años en una oficina... 
¡Oh cuán desatino aquel! en la vida de aquellos que no gozan del silencio, la soledad, el encuentro, la fragancia, la quietud de una maravillosa obra de nuestro Dios, la naturaleza... ¿Sería acaso ahora que se despierte a los hombres de aquel sueño ruidoso de los días rutinarios? 


Qué maravilla, y qué dicha la mía, volver a detener el tiempo por un solo segundo en mi pensamiento para recordar aquellos caminos recorridos en mi adolescencia, y las bellísimas experiencias de colegio...Que mi vida, Dios mío, sea alabanza tuya...

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DESPERTAR EN DIOS


"UNA MIRADA DISTINTA DESDE CUANDO TE DETIENES  A REFLEXIONAR EN TU EXISTENCIA"


   Las realidades de hoy, en no pocas ocasiones, nos dispersan. Y nosotros, con gran facilidad, permitimos que el mundo con sus ruidos y distracciones nos alejen de nuestro centro que es Dios. San Agustín nos habla del ser humano, como aquel que puede estar viviendo su vida como si estuviera dor-mido, en una profunda inconsciencia de la importancia y la gravedad del momento presente, pensando, como dice la filosofía de "mundo posmoderno", que no hay historia, que el futuro no  existe, pues según esta filosofía lo único que existe es el aquí y el ahora, y hay que disfrutar de su efímera existencia. 

   La superficialidad parece que nos llena de aquel gozo anhelado en medio del ruido y la dispersión del momento. Pensamos que podemos alcanzar grandes metas sin valorar la historia personal, ni persiguiendo la eternidad de nuestra vida; aún cuando el ser humano goce tener la ciencia de las cosas terrenas y celestes. La filosofía que nos enseña el "mundo posmoderno" pone en evidencia, como dice san Agustín, la mentalidad adormilada en un profundo sueño causado por la rutina y el pecado. Es preciso despertar en Dios. Y quien nos despierta, lo afirma Agustín, es el Espíritu Santo, quien con su amor nos vuelve a encender en el deseo de Dios, el deseo de su gracia para superar la propia miseria y podernos elevar hacia Dios. 

         "El que ya despertó en el Señor, y en su amor conoce la propia vileza, y, por la proximidad de Dios, experimenta su impotencia, e iluminado por esplendor divino entra en sí y se encuentra a sí mismo, este estará cierto de que su indigencia no puede atemperarse a la pureza de Dios. Por ello le son dulces las lágrimas y ruega al Señor se apiade una y otra vez de él, hasta despojarse de su miseria total; e implora y suplica con plena confianza, recibido ya el don gratuito de salud de manos del único salvador de iluminador del hombre" (San Agustín, De Trin. 4, 1, 1). 

San Agustín fue uno de los convertidos más grandes de todos los tiempos. Su vida estuvo marcada por diversas conversiones. Todas ellas desde un profundo clima  de escucha de la voz de Dios, que nos llama a la conversión. Despertar en Dios significa estar atentos a esta voz que resuena en lo más hondo del corazón, y nos llama al cambio de nuestra vida y a una mayor apertura a la acción de su gracia.   El motivo principal por el que san Agustín busca a Dios es el amor, el profundo convencimiento que Dios le ama y que le ama a pesar de sus pecados y de sus caídas. Este amor incondicional de Dios para con nosotros, nos debe animar a hacer el itinerario de regreso hacia Dios, que es un Dios amoroso. Y así, en definitiva, para no solamente  despertar en Dios, sino para permanecer gozando de este amor suyo. 

Ciertamente, me dirás, que vivimos en un mundo ruidoso y parlero que no está acostumbrado al silencio. Efectivamente, tienes razón; y  con gran dedicación busca el ruido y la dispersión, porque sabe que el silencio puede ser, en no pocas ocasiones, interrogador; me puede llevar a pensar y a reflexionar sobre mi propia vida, mi destino último y sobre Dios. Por ello, el mundo de hoy, y yo, preferimos evitar el silencio y buscar el ruido, el no dejar ni un solo espacio libre al silencio, pues se experimenta un vacío amenazador. Pero creo, y con toda certeza, que solo en el silencio podemos despertar en Dios. Allí, en el silencio, es como se escucha la voz de Dios, pues Dios no está en la tormenta, ni en el fuego, sino en la voz de un silencio tenue (1Re 19, 13). 

Y, tú que me preguntas siempre, ¿Quieres escuchar la voz de Dios? Guarda silencio; Y verás cuán hermoso es el diálogo, en el discreto silencio, que surge desde lo más hondo de tu corazón. Dialoga tú con tu Dios. Pasa ya hombre, del estado adormilado y despierta en Dios. Pues, despertar en él, significa tomar conciencia de la importancia que tiene nuestra vida y pedir a Dios que nos renueve interiormente para así acoger la gracia. Despertar en Dios, en definitiva es, volver la mirada a quien es dueño y Señor de tu vida, de tu existencia. Pero ya te digo, que solo se llega a contemplar y a gustar de aquella dulzura, si guardas el más puro silencio en tu interior, y te alejas de aquellos ruidos inhumanos del mundo, que se llama a sí mismo "posmoderno".         
     
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FELIZ LOS AMIGOS QUE SE AMAN DE VERDAD



     A menudo, entre las personas que conozco, en casi todos los encuentros que hemos tenido me han preguntado qué es la amistad para mí. Con un claro brillo de entusiasmo os he dado una respuesta más o menos atinada para la ocasión. Sin embargo a tantas preguntas juntas de aquellas personas que comparten mi vida día a día, he visto la necesidad de ofrecerles, -como me lo han sugerido-, unas cuantas pinceladas sobre el tesoro de la amistad. No es, ciertamente, un concepto puramente racional, especulativo, teórico el que les ofrezco, sino una experiencia de muchos encuentros, de muchas horas de diálogo con quienes han compartido su vida conmigo. De modo que, lo que estás leyendo en estás líneas, están dedicadas a estas personas en especial, a la vez que te invito a ti a que crezcas en tus relaciones con quienes afirmas te quieren…

     Los amigos no se reciben sino que se hacen. Amigo es quien ama por encima de toda búsqueda personal interesada o utilitarista. Amigo es quien está todo disponible para acoger al otro; amigo es quien desea ofrecerse como don; quien goza de la paz que envuelve al amado como si fuese como propia. El amigo siente que el otro le corresponde con idéntico amor de benevolencia: comparte con él un idéntico amor altruista, una atención recíproca, la alegría de sentirse amado…

Y ciertamente “la amistad no es sino un estar de acuerdo en todas las cosas divinas y humanas, justamente con buena voluntad y con afecto” (cf. S. Agustín. ep. 258.1) “La amistad se logra por rasgos de carácter parecidos entre las almas” (S. Agustín Gn. litt. imp 16). No hay verdadera amistad sino cuando tú la estableces como un vínculo entre almas que se unen mutuamente por medio del amor derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo que se nos ha dado” (S. Agustín Conf. IV, 7.4.12.19).

     Así es como los amigos comparten una atracción hacia el principio más alto, el BIEN. La amistad verdadera es lo agradable, lo bueno. Es el vínculo que une entre dos personas en mutua simpatía. En este sentido la amistad supone un patrimonio común de las ideas más fundamentales, y al mismo tiempo de benevolencia y mutua estima de las personas. “La verdadera amistad mana del alma llena de la verdad; esta no se mide por intereses temporales, sino que se debe por amor gratuito. Nadie puede ser con verdad amigo del hombre si no lo es primero de la misma VERDAD; y si tal amistad no es gratuita, no puede existir de modo alguno” (S. Agustín ep. 155, 1,1). El amigo piensa y quiere en sintonía con el otro. Se descubre implicado en la vida del otro. Los dos son una alma sola en dos cuerpos.

La vida de amistad está estructurada de palabras, de silencios y de actitudes. Así lo he experimentado yo. La palabra comunica e intercambia convencimiento y sentimientos interiores; los silencios dejan en el alma las certeza de una sintonía profunda. Es esencial que tanto las palabras como los silencios y las actitudes no expresen ruptura del diálogo y del encuentro, sino que favorezcan una continuidad profunda. Cunado entre dos amigos se rompe el diálogo la amistad se enfría y a medida que pasa el tiempo se rompe… dialogar es importante para conocer cómo es la otra persona… por eso muchos afirman, que la amistad es fruto de largas horas de diálogo, de numerosos encuentros, de muchos detalles compartidos, de muchas experiencias vividas…
La comunión de amistad es el lenguaje que se expande por la interioridad más honda y que aflora luego espontáneamente en palabras y gestos exteriores.


     La copresencia amistosa en el silencio ofrece la experiencia de sentirse armonizados en los mismos afectos, de saber que no hay necesidad de palabras para comunicarse, que no existe el imperativo de proclamarse amados para sentir el amor del otro, que el estar juntos proporciona la alegría de experimentarse hermanados en lo profundo. Cuando uno encuentra al amigo verdadero y fiel ha encontrado una riqueza inestimable, que hace delicioso el vivir (Prov 15, 17; 18, 24; Sal 133; 2S 1, 26). Estoy convencido que el camino de la mistad es humilde y cotidiano; es largo, que exige paciencia y que una amistad digna de este nombre no podría existir entre personas sin pasar por etapas dolorosas (…). Felices los amigos que se aman, no porque se hayan encontrado por casualidad sino porque se han hecho amigos de verdad.

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Espigando Recuerdos

CON EL CORAZÓN EN LA MANO

   El tiempo pasa a prisa, aveces sin darnos cuenta, sin sentir el paso de las horas, de los días, de las felicitaciones, de los abrazos. el tiempo pasa, sí, pero siempre deja una huella profunda en nuestra vida. Quisiera escribir esta vez con el corazón en la mano, tratando de expresar todo lo que he vivido durante este tiempo. Muchas cosas quedan ocultas y secretas en lo hondo del corazón; otras salen al descubierto y eso es lo que escribo.

"Gran cosa es el amor, gran bien para toda cosa". Quizá, después de un ligero periodo de vaivenes -cambio de ritmo y estación-, ya es tiempo de entrar de lleno  en la vida que libremente elegimos vivir. El ambiente que me rodea a cada instante me sugiere favorablemente la adquisición de nuevas experiencias. No obstante, teniendo presente el horizonte que perseguimos, todo se hace tan fácil cuando tras la decisión limpia, renace la  tenue sonrisa del corazón para cada cosa. No importan las horas y los días lo que cuenta es el amor con el que cada cosa se realiza. Los trabajos nuevos me engendra ligero temor; sin embargo todo lo veo superado con el amor con que se atina en la tarde del día...


Remar por los ríos de la vida me lleva hoy a descubrir el profundo ideal de aquel hombre que supo hallar con frescor la sublime VERDAD. "Vivir en común, donde nada se tenga como propio, es lo que cada vez más cautiva profundamente mi corazón".  Mi deseo es ahora beber del frescor de san Agustín, por eso quiero remar hasta el corazón mismo de Agustín, para que conociéndolo lo abrace y lo ame de verdad. Sin duda mi atrevimiento es grande, pero yo lo quisiera así, porque no existe otro camino para mí que el lanzarse al mar y empezar a nadar en las aguas dulces y tranquilas del vasto conocimiento de Agustín. Es mi corazón en la mano que me impulsa a este atrevimiento... ¿ A caso quieres unirte también tú a esta aventura? No estaría mal que te arriesgaras a este atrevimiento...


Por mi parte grande es mi sueño de llegar a tocar las mismísima VERDAD, pero no hablo de una verdad que se queda en el plano cognitivo o puramente racional; hablo de aquella verdad que es SUMA VERDAD, SUMA BELLEZA y ETERNA CARIDAD, JESUCRISTO. Poseer esta verdad es poseer el cielo prometido. ¿Es posible esto? Ciertamente que sí. El camino es ÉL mismo: "Yo soy el camino la verdad y la vida... nadie va al Padre sino por mí".  Voy por tanto de la mano de Agustín, incansable buscador de la verdad. Los caminos por los que él recorrió en la búsqueda de aquella VERDAD son los que se asemejan a los de mi corazón. Me atrevo a decir que sus caminos son mis caminos, aunque los míos sean tan pequeños comparado a los suyos. No obstante, el inmenso deseo, que brota desde lo más profundo de mi ser, me conduce hacia el mismo manantial, de donde Agustín bebió con hartura.

¡Cuántas cosas por gustar! ¡Cuántas cosas por describir lo que está en mi corazón! Expresar todo quisiera, pero no encuentro aquellas palabras que digan todo lo que quisiera. Vasta en esta ocasión mencionar lo agradable que es el charlar y reír juntos, el prestarnos atención unos a otros dentro de los márgenes de la estima y respeto mutuo, pero sin acritud... (Conf. IV, 8,13). Solo esto satisface cuando de verdad se ama con el corazón. Mostrar el corazón en la mano es arriesgarse a entregarlo a lo demás, y en esta entrega encuentro el camino más cierto de la VERDAD, JESÚS.


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