"UNA MIRADA DISTINTA DESDE CUANDO TE DETIENES A REFLEXIONAR EN TU EXISTENCIA"
Las realidades de hoy, en no pocas ocasiones, nos dispersan. Y nosotros, con gran facilidad, permitimos que el mundo con sus ruidos y distracciones nos alejen de nuestro centro que es Dios. San Agustín nos habla del ser humano, como aquel que puede estar viviendo su vida como si estuviera dor-mido, en una profunda inconsciencia de la importancia y la gravedad del momento presente, pensando, como dice la filosofía de "mundo posmoderno", que no hay historia, que el futuro no existe, pues según esta filosofía lo único que existe es el aquí y el ahora, y hay que disfrutar de su efímera existencia.
La superficialidad parece que nos llena de aquel gozo anhelado en medio del ruido y la dispersión del momento. Pensamos que podemos alcanzar grandes metas sin valorar la historia personal, ni persiguiendo la eternidad de nuestra vida; aún cuando el ser humano goce tener la ciencia de las cosas terrenas y celestes. La filosofía que nos enseña el "mundo posmoderno" pone en evidencia, como dice san Agustín, la mentalidad adormilada en un profundo sueño causado por la rutina y el pecado. Es preciso despertar en Dios. Y quien nos despierta, lo afirma Agustín, es el Espíritu Santo, quien con su amor nos vuelve a encender en el deseo de Dios, el deseo de su gracia para superar la propia miseria y podernos elevar hacia Dios.
"El que ya despertó en el Señor, y en su amor conoce la propia vileza, y, por la proximidad de Dios, experimenta su impotencia, e iluminado por esplendor divino entra en sí y se encuentra a sí mismo, este estará cierto de que su indigencia no puede atemperarse a la pureza de Dios. Por ello le son dulces las lágrimas y ruega al Señor se apiade una y otra vez de él, hasta despojarse de su miseria total; e implora y suplica con plena confianza, recibido ya el don gratuito de salud de manos del único salvador de iluminador del hombre" (San Agustín, De Trin. 4, 1, 1).
San Agustín fue uno de los convertidos más grandes de todos los tiempos. Su vida estuvo marcada por diversas conversiones. Todas ellas desde un profundo clima de escucha de la voz de Dios, que nos llama a la conversión. Despertar en Dios significa estar atentos a esta voz que resuena en lo más hondo del corazón, y nos llama al cambio de nuestra vida y a una mayor apertura a la acción de su gracia. El motivo principal por el que san Agustín busca a Dios es el amor, el profundo convencimiento que Dios le ama y que le ama a pesar de sus pecados y de sus caídas. Este amor incondicional de Dios para con nosotros, nos debe animar a hacer el itinerario de regreso hacia Dios, que es un Dios amoroso. Y así, en definitiva, para no solamente despertar en Dios, sino para permanecer gozando de este amor suyo.
Ciertamente, me dirás, que vivimos en un mundo ruidoso y parlero que no está acostumbrado al silencio. Efectivamente, tienes razón; y con gran dedicación busca el ruido y la dispersión, porque sabe que el silencio puede ser, en no pocas ocasiones, interrogador; me puede llevar a pensar y a reflexionar sobre mi propia vida, mi destino último y sobre Dios. Por ello, el mundo de hoy, y yo, preferimos evitar el silencio y buscar el ruido, el no dejar ni un solo espacio libre al silencio, pues se experimenta un vacío amenazador. Pero creo, y con toda certeza, que solo en el silencio podemos despertar en Dios. Allí, en el silencio, es como se escucha la voz de Dios, pues Dios no está en la tormenta, ni en el fuego, sino en la voz de un silencio tenue (1Re 19, 13).
Y, tú que me preguntas siempre, ¿Quieres escuchar la voz de Dios? Guarda silencio; Y verás cuán hermoso es el diálogo, en el discreto silencio, que surge desde lo más hondo de tu corazón. Dialoga tú con tu Dios. Pasa ya hombre, del estado adormilado y despierta en Dios. Pues, despertar en él, significa tomar conciencia de la importancia que tiene nuestra vida y pedir a Dios que nos renueve interiormente para así acoger la gracia. Despertar en Dios, en definitiva es, volver la mirada a quien es dueño y Señor de tu vida, de tu existencia. Pero ya te digo, que solo se llega a contemplar y a gustar de aquella dulzura, si guardas el más puro silencio en tu interior, y te alejas de aquellos ruidos inhumanos del mundo, que se llama a sí mismo "posmoderno".
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