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No hay mañana donde no hay hoy



Hoy escribo unas cuantas líneas recorriendo mis años adolescentes para decir que aprendamos a vivir el hoy, como nuestro único día, como si fuese el último de nuestra existencia. Por mi mente pasan muchos recuerdos de los que me arrepiento por el tiempo que invertí en ellos, y no haber sido capaz, de vivir cada acontecimiento de mi vida a plenitud.  Es verdad, en aquellos años, nadie me pudo enseñar de cómo podría aprovechar mejor el tiempo, para que así, no lo pierda en sueños y fantasías efímeras del mañana, cuyo tiempo no existe, o al menos, no es conocido aún, puesto que nadie lo ha vivido, y del que no tenemos ninguna certeza. 


Aunque, a decir verdad, tampoco yo tuve  la iniciativa de rechazar  aquello que desgastaba mi energía juvenil. Hoy comprendo que pensar en el futuro solo es útil si nos hace actuar ... ahora. No sirve vivir una vida en la que pasamos la mayor parte del tiempo llenando nuestra mente de preocupaciones por las cosas que podrían "llegar a suceder" en el mañana. 

En no pocas ocasiones llegamos hasta la desesperación. Casi por completo, perdemos,  el rumbo de la vida, y no sabemos a dónde camiar. Eres consciente de tu existencia, de que ocupas un lugar en el cosmos, en el mundo creado por Dios, pero no eres capaz de descubrir el verdadero motivo por el que vives en él. Felizmente que a medida que fui comprendiendo aquellas palabras dulces de Jesús cuando enseñó a sus discípulos a rezar, invitándoles a pedir solo el pan para hoy, y a confiar en que mañana recibirán el de mañana, me he propuesto a vivir el hoy a plenitud.
      
        "No se preocupen por el día de mañana, porque mañana habrá tiempo para preocuparse. Cada día tiene bastante con sus propios problemas".

Vivir el hoy a plenitud significa vivir de veras el hoy, el presente. El presente no es tan solo un tiempo verbal. También es el más fastuoso de los sustantivos. Presente quiere decir don, regalo, ofrecimiento. El pasado solo sirve para subirnos sobre él, y una vez asimilado sus lecciones, construir nuestra vida hoy. Lo que debe sobrevivir del ayer es la cosecha de la vida; todo lo bueno que hemos hecho, el amor, las satisfacciones que logramos y los sufrimientos sobrellevados con dignidad y valor.

Recordar, desear, ansiar, lamentarnos y arrepentirnos son las tácticas más usuales y más peligrosas para evadir el presente. Vida atormentada es la del que vive en perpetuo disgusto de sí mismo por lo que podría haber hecho y no lo hizo. No vivir el presente significa incapacidad de enfrentarlo con alegría, con esperanza, con paz. No existe otra verdad; lo único que puede vivirse verdaderamente, es el presente. El pasado ya fue, y el futuro aún no lo conoces. De lo que tú puedes estar seguro es del hoy, el presente. ¡Vive pues el presente como si fuera el último de tu existencia!

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