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Espigando Recuerdos

CON EL CORAZÓN EN LA MANO

   El tiempo pasa a prisa, aveces sin darnos cuenta, sin sentir el paso de las horas, de los días, de las felicitaciones, de los abrazos. el tiempo pasa, sí, pero siempre deja una huella profunda en nuestra vida. Quisiera escribir esta vez con el corazón en la mano, tratando de expresar todo lo que he vivido durante este tiempo. Muchas cosas quedan ocultas y secretas en lo hondo del corazón; otras salen al descubierto y eso es lo que escribo.

"Gran cosa es el amor, gran bien para toda cosa". Quizá, después de un ligero periodo de vaivenes -cambio de ritmo y estación-, ya es tiempo de entrar de lleno  en la vida que libremente elegimos vivir. El ambiente que me rodea a cada instante me sugiere favorablemente la adquisición de nuevas experiencias. No obstante, teniendo presente el horizonte que perseguimos, todo se hace tan fácil cuando tras la decisión limpia, renace la  tenue sonrisa del corazón para cada cosa. No importan las horas y los días lo que cuenta es el amor con el que cada cosa se realiza. Los trabajos nuevos me engendra ligero temor; sin embargo todo lo veo superado con el amor con que se atina en la tarde del día...


Remar por los ríos de la vida me lleva hoy a descubrir el profundo ideal de aquel hombre que supo hallar con frescor la sublime VERDAD. "Vivir en común, donde nada se tenga como propio, es lo que cada vez más cautiva profundamente mi corazón".  Mi deseo es ahora beber del frescor de san Agustín, por eso quiero remar hasta el corazón mismo de Agustín, para que conociéndolo lo abrace y lo ame de verdad. Sin duda mi atrevimiento es grande, pero yo lo quisiera así, porque no existe otro camino para mí que el lanzarse al mar y empezar a nadar en las aguas dulces y tranquilas del vasto conocimiento de Agustín. Es mi corazón en la mano que me impulsa a este atrevimiento... ¿ A caso quieres unirte también tú a esta aventura? No estaría mal que te arriesgaras a este atrevimiento...


Por mi parte grande es mi sueño de llegar a tocar las mismísima VERDAD, pero no hablo de una verdad que se queda en el plano cognitivo o puramente racional; hablo de aquella verdad que es SUMA VERDAD, SUMA BELLEZA y ETERNA CARIDAD, JESUCRISTO. Poseer esta verdad es poseer el cielo prometido. ¿Es posible esto? Ciertamente que sí. El camino es ÉL mismo: "Yo soy el camino la verdad y la vida... nadie va al Padre sino por mí".  Voy por tanto de la mano de Agustín, incansable buscador de la verdad. Los caminos por los que él recorrió en la búsqueda de aquella VERDAD son los que se asemejan a los de mi corazón. Me atrevo a decir que sus caminos son mis caminos, aunque los míos sean tan pequeños comparado a los suyos. No obstante, el inmenso deseo, que brota desde lo más profundo de mi ser, me conduce hacia el mismo manantial, de donde Agustín bebió con hartura.

¡Cuántas cosas por gustar! ¡Cuántas cosas por describir lo que está en mi corazón! Expresar todo quisiera, pero no encuentro aquellas palabras que digan todo lo que quisiera. Vasta en esta ocasión mencionar lo agradable que es el charlar y reír juntos, el prestarnos atención unos a otros dentro de los márgenes de la estima y respeto mutuo, pero sin acritud... (Conf. IV, 8,13). Solo esto satisface cuando de verdad se ama con el corazón. Mostrar el corazón en la mano es arriesgarse a entregarlo a lo demás, y en esta entrega encuentro el camino más cierto de la VERDAD, JESÚS.


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