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FELIZ LOS AMIGOS QUE SE AMAN DE VERDAD



     A menudo, entre las personas que conozco, en casi todos los encuentros que hemos tenido me han preguntado qué es la amistad para mí. Con un claro brillo de entusiasmo os he dado una respuesta más o menos atinada para la ocasión. Sin embargo a tantas preguntas juntas de aquellas personas que comparten mi vida día a día, he visto la necesidad de ofrecerles, -como me lo han sugerido-, unas cuantas pinceladas sobre el tesoro de la amistad. No es, ciertamente, un concepto puramente racional, especulativo, teórico el que les ofrezco, sino una experiencia de muchos encuentros, de muchas horas de diálogo con quienes han compartido su vida conmigo. De modo que, lo que estás leyendo en estás líneas, están dedicadas a estas personas en especial, a la vez que te invito a ti a que crezcas en tus relaciones con quienes afirmas te quieren…

     Los amigos no se reciben sino que se hacen. Amigo es quien ama por encima de toda búsqueda personal interesada o utilitarista. Amigo es quien está todo disponible para acoger al otro; amigo es quien desea ofrecerse como don; quien goza de la paz que envuelve al amado como si fuese como propia. El amigo siente que el otro le corresponde con idéntico amor de benevolencia: comparte con él un idéntico amor altruista, una atención recíproca, la alegría de sentirse amado…

Y ciertamente “la amistad no es sino un estar de acuerdo en todas las cosas divinas y humanas, justamente con buena voluntad y con afecto” (cf. S. Agustín. ep. 258.1) “La amistad se logra por rasgos de carácter parecidos entre las almas” (S. Agustín Gn. litt. imp 16). No hay verdadera amistad sino cuando tú la estableces como un vínculo entre almas que se unen mutuamente por medio del amor derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo que se nos ha dado” (S. Agustín Conf. IV, 7.4.12.19).

     Así es como los amigos comparten una atracción hacia el principio más alto, el BIEN. La amistad verdadera es lo agradable, lo bueno. Es el vínculo que une entre dos personas en mutua simpatía. En este sentido la amistad supone un patrimonio común de las ideas más fundamentales, y al mismo tiempo de benevolencia y mutua estima de las personas. “La verdadera amistad mana del alma llena de la verdad; esta no se mide por intereses temporales, sino que se debe por amor gratuito. Nadie puede ser con verdad amigo del hombre si no lo es primero de la misma VERDAD; y si tal amistad no es gratuita, no puede existir de modo alguno” (S. Agustín ep. 155, 1,1). El amigo piensa y quiere en sintonía con el otro. Se descubre implicado en la vida del otro. Los dos son una alma sola en dos cuerpos.

La vida de amistad está estructurada de palabras, de silencios y de actitudes. Así lo he experimentado yo. La palabra comunica e intercambia convencimiento y sentimientos interiores; los silencios dejan en el alma las certeza de una sintonía profunda. Es esencial que tanto las palabras como los silencios y las actitudes no expresen ruptura del diálogo y del encuentro, sino que favorezcan una continuidad profunda. Cunado entre dos amigos se rompe el diálogo la amistad se enfría y a medida que pasa el tiempo se rompe… dialogar es importante para conocer cómo es la otra persona… por eso muchos afirman, que la amistad es fruto de largas horas de diálogo, de numerosos encuentros, de muchos detalles compartidos, de muchas experiencias vividas…
La comunión de amistad es el lenguaje que se expande por la interioridad más honda y que aflora luego espontáneamente en palabras y gestos exteriores.


     La copresencia amistosa en el silencio ofrece la experiencia de sentirse armonizados en los mismos afectos, de saber que no hay necesidad de palabras para comunicarse, que no existe el imperativo de proclamarse amados para sentir el amor del otro, que el estar juntos proporciona la alegría de experimentarse hermanados en lo profundo. Cuando uno encuentra al amigo verdadero y fiel ha encontrado una riqueza inestimable, que hace delicioso el vivir (Prov 15, 17; 18, 24; Sal 133; 2S 1, 26). Estoy convencido que el camino de la mistad es humilde y cotidiano; es largo, que exige paciencia y que una amistad digna de este nombre no podría existir entre personas sin pasar por etapas dolorosas (…). Felices los amigos que se aman, no porque se hayan encontrado por casualidad sino porque se han hecho amigos de verdad.

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