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LA FLOR DE AMANCAY

“Quien regala una flor de Amancay está ofrendando su corazón”.

   El autor de la leyenda, la flor de Amancay concluye diciendo que quien regala una flor de Amancay está ofrendando su corazón y a quien preguntare ¿por qué? entonces se le comenzaría a contar la leyenda. Sin embargo, aquí no contaré esta bellísima leyenda sino que deshojaré cada latido de mi corazón como aquella gota de sangre del corazón de Amancay.
Solo el amor puede entender esto. Y, aunque el lenguaje no logre expresar todo aquello que quisiera me atrevo a deslizarme hasta lo más profundo del sentimiento mismo, de la ternura, por quien formó parte de mi vida. Los nombres están solo escritos en las paredes de mi corazón, formando el perfume más suave para perfumar los profundos deseos de amor y de santa locura.

   Siento los pasos tan tímidos de mis pensamientos cuanto más me estoy sumergiendo en los caminos sublimes del amor. Noto aquella belleza que se dibuja, tras el borde del camino fértil en la hondonada de mi vida. Siento en mi rostro arder aquel fuego abrasador de los días pasados producto del cambio de estación en mi alma. Consigo, ciertamente, divisar árboles tan frondosos que a mi paso y más allá me refrigeran con la frescura de su sombra. Esto es la ayuda recibida por quien me amó tanto, cuyo aliento de fortaleza se figura tras los colores de las más bellas flores que diviso desde la cumbre más alta de mis sentimientos...
 
¿Por qué el canto de mis ensueños atina aquella voz dulce que viene tras el arpegio del viento de mi respiración? ¿Es acaso aquel recuerdo del suspiro de amor de mi amor ausente? ¿O es la realidad de tu figura en mi mente que se dibuja tras los pétalos blancos de la flor de amancay que se desliza por la palma de mis manos? ¿Qué significa ese beso tuyo en al sombría noche helada de aquel enero? ¿Es acaso la reacción de la ilusión de quien confundido responde al amor verás de un corazón amante? ¿O, es la pura realidad muy cierta de la mezcla de la pureza del amor? Amancay sintió amor por Quintral, y no dudó de ser cierto desde el primer momento. Y, aunque ella sabía que este amor era irrealizable por ser ella de condición humilde, aún así tenía la esperanza de convertirse en  amada de Quintral. Sí, hubiera entregado desde un principio su vida por su amado, sin embargo esperó el momento justo. Seguramente en todo aquel tiempo de espera su amor creció y maduró para el momento propicio. Por ello no dudó en entregarse a las garras de la amenazante figura del Cóndor para que éste le arrancara el corazón de su pecho a cambio de la flor para la infusión sanante de su amado... 


 
¡Cuán profundo habrá sido aquel último suspiro de amor de Amancay! ¿No es éste mismo que viene entre la suave brisa de la montaña más alta de mi alma a mi corazón herido por tu amor pasajero? ¡Oh, última celestial caricia en la empinada cumbre que ahora estás presente en mis recuerdos! ¡Nada es el intenso llanto comparado con la tristeza de mi corazón! Desde lo más profundo de mi ser brota la amargura de este entendimiento dulce de amor. Esperanza... esperanza... el canto suave que a mi auxilio viene por el horizonte para sanar esta herida de locura... Y, ciertamente hoy puedo decir que solo esta fue la que hizo madurar a mi amor para ofrendar este corazón por la felicidad de quien el nombre se lleve...

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