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EL DATERO

   Hace ya 6 años que estoy en Lima. Una y otra vez he viajado en una combi. Unas veces de pie en el agosto pasadizo y otras sentado junto a una vieja ventana. ¡Cuántos paraderos y semáforos habré cruzado! Y, en cuántas personas se habrán fijado mis ojos. Lo cierto es que una de ellas, al que llamo “el datero”, se llevó mi mayor atención.


   Jesús Esquivel tiene 16 años. Es natural del Callao. Desde niño vive tomando datos en un paradero de la extensa Av. Javier Prado. No le importan los días ni las horas. De 12 m. a 6 p.m., aun cuando sean gélidas tardes, está en constante movimiento, con un lapicero en la mano y una hoja nublada sobre una carpeta de triplay. Suma, resta, cobra, gana gente e informa, a prisa, los turno
s de los buses que pasan por delante de sus ojos. Más uno, más dos, una mano, con su voz grave y haciendo gestos angelicales con sus manos ya manchadas, le notifica al cobrador de la combi, al punto que éste le lanza una moneda de $0, 20 céntimos al despoblado borde de la ruidosa avenida.
   Jesús nos comenta: “mi trabajo a veces es difícil porque pasan muy rápido las combis y tengo que estar muy despierto. Pero en el fondo es hermoso porque me gusta lo que hago.”
  

   La vida se edifica con pequeñas cosas. Es como una canción cuyos acordes van construyéndose armónicamente día a día. Jesús Esquivel está convencido de ello. Él es una persona viva, sonriente, enamorado de la vida, de lo que hace, cada mañana se despierta con un aire nuevo, gusta de la música suave, del canto de las olas, y aunque sus noches sean de desvelo, no deja de ponerle encanto a la vida… En su sonrisa pude comprender que en medio de tantas realidades melancólicas que nos confrontan, también están aquellas que nos llenan de optimismo.

   Y aunque no pareciera, el datero, que pasa sus tardes en la ventilada avenida, ve venir la noche chispeante de estrellas. Y, con tan solo $20.00 obtenidos a dura faena, vuelve a su cálido hogar retratando en su mirada la melodía y la belleza de una noche bañada por la claridad de la luna.

   Él nos dice: “no importa qué trabajo realices cuanto el amor que pongas en ello.” Para alguien que no podía ver con los ojos físicos, trabajar es servir, repartir alegría, es infundir fe, dignidad, admiración,         respeto, gratitud, sinceridad, honestidad, libertad, optimismo, confianza y esperanza.


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